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Canciones y siniestros personajes

Canciones y siniestros personajes

Por: Roberto Reyes (2 de marzo de 2012)

Todos alguna vez nos hemos encontrado con un personaje siniestro. Pudo haber sido un padre intolerante, o un profesor atiborrado de dogmas y cinismo, o un directivo prepotente. Lo cierto es que pululan a nuestro alrededor las criaturas que aplastan a sus semejantes, y, frecuentemente, lo hacen con el rostro desbordado de sarcasmo.

Ariel Díaz

En la pieza Hacheros el trovador Ariel Díaz hace una inteligente meditación sobre ciertos personajes siniestros.

Como antídoto están las canciones. Mientras en algunas se ridiculiza a estos personajes deleznables, en otras se les pone al desnudo —con esa desnudez paralizante que provoca el arte—, y en no pocas se les desafía. En una de ellas, escrita hace más de 40 años, Silvio Rodríguez los llamó «delimitadores de las primaveras».

Ya en el siglo XXI el trovador Ariel Díaz prefirió bautizarlos con el nombre de Hacheros:

Cuidado con los hacheros del alba
Cuidado que se levantan temprano
Cuidado que son enanos sin alma
Con el hacha del verdugo en la mano
Cuidado que si descubren el árbol
Lo arrancan de la primera mirada

Cuidado que van llegando despacio
Cuidado que te convencen y alaban
Cuidado que uno te cede el espacio
Y otro te va serruchando la rama
Cuidado con los hacheros que llaman
Con el cuerno del pudor y el atraso

Nadie los vio nacer
Solo multiplicarse
Si nos da por sembrar
Empiezan a crecer
Miradas y hachas por todas partes

Cuidado con los hacheros que velan
Por el orden, la moral y el trabajo
Cuidado que sus palabras te enredan
Y acabas cortando rama a su lado
Cuidado que te rebanan de un tajo
Los sueños que sin embargo te quedan

Cuidado con los hacheros que buscan
Donde guardamos la maravilla
El canto y el buen humor les disgustan
Y son alérgicos a las semillas
El sol y la libertad les humillan
Y el reto de los demás les asusta.

Nadie los vio venir
Nadie los vio caer
Siempre van a mentir
Si ellos tienen poder
Nosotros semillas por todas partes

Vamos a burlar los hacheros
Vamos a levantarnos primero
Con esta semilla no hay miedo

Que nadie serruche tu sueño
Que ningún verano es eterno
Semillas para el invierno.

Hacheros, canción que pertenece al trovador Ariel Díaz, es una inteligente meditación sobre los seres humanos que en sus relaciones interpersonales evitan conjugar verbos como «emancipar» y «crear», para regocijarse en emplear los nada enaltecedores «sojuzgar» y «destruir». Mas el cantor no se limita a describir los hechos, sino que nos conmina a la acción con frases como «vamos a burlar los hacheros» o «con esta semilla no hay miedo».

Parientes cercanos de los «hacheros» son los «Salieris». Su mediocridad es congénita, además de poseer una sensibilidad empobrecedora y una visión añeja que los convierte en miopes:

Todavía está Salieri suelto por ahí
a la caza de algo que lo agreda,
el mil ochocientos veinticinco no es su fin,
es solo una fecha no alma quieta.

Su reencarnación ha sido tan usual
que su forma nunca ha estado muerta,
su filosofía de premeditar
es como epidemia por receta.
Está en la hipocresía,
en la censura,
en la evasión,
en todo poderoso que se inquieta
cuando teme perder.
Todavía está Salieri suelto por ahí
alabando cualquier etiqueta,
ojalá el año que viene sea ya su fin,
duele tanto el golpe de su espuela.
Se afila las uñas cuando va a atacar
y desgarra lunas indefensas,
a su presa muestra una sonrisa fiel
y en su sombra gris esconde muecas.
Está en la servidumbre,
en la avaricia,
en la traición,
en el burocratismo,
en la tibieza,
en la corta visión.
Todavía está Salieri suelto por ahí
ideando alguna encrucijada.
Y voy a dejar de hacer esta nueva canción
porque puede ser que esté Salieri
muy cerca de aquí.

Los temores del desaparecido trovador Jorge García no eran infundados: realmente los Salieris estaban muy cerca de él. Tan cerca que los álbumes que grabó apenas se conocieron en la radio y la televisión cubanas.

Otro ser retorcido es el soplón. Generalmente aparece cuando un proceso de creación es auténtico, porque entonces es inevitable que surjan rupturas, interrogantes, desafíos, conmociones. Y este coctel explosivo le da la posibilidad de conducirse como prefiere: de modo subrepticio para mantener al tanto a sus jefes de todo lo que está sucediendo. Hablo de seres que no intentan derribar muros, sino construirlos; que no desean evolucionar, sino intrigar; que no pretenden respetar a sus superiores, sino adularlos. Son, en definitiva, sombras miserables e impertinentes:

Hace tiempo que viajo con mi sombra
Me sigue paso a paso a cualquier parte
La arrastro a ella, ella me arrastra a mí,
Informa a sus oficiales

La veo cada día al despertar
En la otra acera, presta a acompañarme
La arrastro a ella, ella me arrastra a mí,
Informa a sus oficiales

A veces siento pena por mi sombra
La pobre pasa frío y siente hambre,
La arrastro a ella, ella me arrastra a mí,
Informa a sus oficiales

Mi sombra imita mi pesado andar
Y padecemos de los mismos males
La arrastro a ella, ella me arrastra a mí,
Informa a sus oficiales

A veces me volteo a hablar con ella,
Pero ella se voltea al yo voltearme,
La arrastro a ella, ella me arrastra a mí,
Informa a sus oficiales

Todas las canciones de Ciro Díaz, desde las amorosas hasta las que se sumergen en lo profundo de la sociedad, destilan humor. De ahí que Paseo con la sombra sea una pieza que provoque más de una sonrisa, a pesar de abordar un tema muy serio: la labor servil de los soplones, que viven husmeando en las obras ajenas para informar a sus jefes acerca de supuestos errores de los subordinados.

Se afirma que el arte es polisémico, que el discurso de una obra tiene el color del prisma con el que se mire o, mejor aún, las sinuosidades de las neuronas del receptor. De modo que no asombran las múltiples interpretaciones que han recibido las numerosas canciones escritas contra personajes siniestros. Ahí están Guillermo Tell, de Carlos Varela, Abuelo Paco, de Pedro Luis Ferrer, En nombre del amor, de Polito Ibañez, El criticón, de la banda Protesys, y muchas más.

Vivimos en los albores del tercer milenio y los personajes que hemos llamado siniestros, a los que pudiéramos darles cualquier otro apelativo, prosiguen su oscura labor de «delimitar las primaveras». Lo reconfortante es que el arte —en este caso las canciones— siempre desenmascara sus retorcidos, malintencionados y sinuosos modos de actuar.

Ciertamente, la vida no es un cuento de hadas, y con frecuencia las criaturas siniestras se salen con la suya. Pero hagámosles la vida imposible con canciones, a ver si uno de estos días deciden trasladar su morada para otro planeta.

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