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Roberto Fortun jazz en la sangre

Roberto Fortún, jazz en la sangre

Por: Roberto Reyes (24 de junio de 2013)

El centro cultural El Mejunje es una institución cosmopolita, porque dentro de sus fronteras confluyen personas de diversas costumbres, ideologías, preferencias, credos. Musicalmente hablando, pocos sitios cubanos pueden mostrar tanta variedad en sus propuestas: desde el rap, el bolero y el son, hasta el rock, la trova y la discoteca. Sin embargo, faltaba el jazz.

Roberto Fortún

Roberto Fortún, guitarrista y compositor cubano.

Mientras otros géneros contaban con peñas o espacios sistemáticos, el jazz solo se escuchaba de modo ocasional. Fue hace tres meses cuando la situación tomó un rumbo diferente con el surgimiento de una propuesta denominada Club de Jazz.

"Un club de jazz a la manera cubana, a la manera santaclareña, a la manera de Clase Primera. Y tenemos todos los lunes este espacio, a las diez de la noche, en el patio de El Mejunje", declara el guitarrista Roberto Fortún.

El músico dirige la agrupación Clase Primera, que se mueve por el universo del jazz, y, en ocasiones, lo impregna de aires contemporáneos o de elementos de otros géneros.

Fortún ha vivido tanto tiempo en la capital de la provincia de Villa Clara, que muchos creen que nació en esa urbe. "Soy caibareniense, pero me siento muy santaclareño porque estudié aquí en Santa Clara, después fui a La Habana, regresé, hice mi servicio social, y ahora prácticamente vivo en Santa Clara".

Influencia de la familia

"Mi familia era una familia de músicos empíricos, que no llegaron a realizarse. Por ejemplo, mi madre cantaba muy bien. Era muy afinada, muy rítmica. A mi padre le encantaba la guitarra —de hecho yo le daba clases. Mi abuela cantaba muy bien, y tenía una gran memoria musical para aprenderse las canciones. A los 90 y tantos años todavía ella cantaba La Guantanamera, de Joseíto Fernández, pero no la de los versos de José Martí, era otra Guantanamera que ya prácticamente nadie la hace, con unos versos inmensos que hacía Joseíto Fernández y ella la cantaba con fluidez a los 90 y tantos años. Mi hermana estudió piano. Mis tíos cantaban —uno tocaba batería.

"Y es cómico: cuando en Cuba todavía no existían las Casas de Cultura, a mi casa le decían la casa de la cultura. Porque era un lugar donde se reunía un ambiente familiar y los amigos más allegados, y empezábamos por una canción y terminábamos con una descarga —y en mi casa todavía hay vasitos de metal, con el fondo marcado por los golpes de las cucharas, que mi mamá guarda de recuerdo. Siempre estábamos buscando una mesa donde percutir, donde hacer algo. Había un ambiente cultural muy grande, por decir así, en mi casa".

La escuela de arte

"En el año 80 entré en la escuela de arte, en la llamada EVA, Escuela Vocacional de Arte Olga Alonso (en Santa Clara). Incluso fui fundador de esa escuela. Yo tocaba ya algunas cosas de oído, e iba mirando a algunos profesores y personas que estaban delante en este tema de la guitarra. Y tenía mucha facilidad, tenía vista, para a una distancia x, desde donde yo estaba como espectador hasta donde estaba alguna persona dando un concierto y aprender los acordes. Por ejemplo, estaba muy de moda Juegos prohibidos —un tema famoso que los guitarristas casi siempre deseaban tocar— y yo estaba a la captura de ese tema. Hasta que un día vi a una muchacha en Caibarién, se llama Maruchi, que iba a dar un concierto y ese tema lo incluyó. A mí me faltaban algunos acordes, algunas posiciones, y me senté en mi banqueta delante de ella, como espectador, y no pude más y fui y me le senté delante. Y yo chiquitico, y ella tocando me miraba como diciendo «¿y él qué hace aquí?», y yo estaba allí con el play-record grabando. Y cuando se acabó el concierto, yo le decía a mi mamá «mami, vamos para la casa», mi mamá no sabía por qué era, y era que yo quería llegar a la casa para coger la guitarra y reproducir aquello para que no se me olvidara. Y efectivamente, logré reunir un poquito de información de ese día, gracias a Maruchi, y después la completé con un programa de guitarra que daba el maestro Jesús Ortega.

"Cuando entro en la Escuela Vocacional de Arte, en el curso 80-81, tenía algunos conocimientos «callejeros», que en realidad eran una mala formación, y lo que yo pensé que era una cosa buena era un problema. Gracias a la entereza de un maestro muy bueno —para mí uno de los mejores maestros que tiene Santa Clara, Villa Clara y Cuba—, Rolando Moreno, nos damos a la tarea de arreglar un poco de cosas. Un esfuerzo inmenso de él y gran esfuerzo mío también. Y comenzamos a desarrollar una técnica depurada que nos costó tres años. El primer año fue desgarrante aquello —Moreno es un maestro excelente, pero es una persona muy exigente—, pero nada me amedrentó, al contrario me dio mucha fuerza y lo logramos. Hasta que llegó el momento de mi evaluación para pasar a la escuela nacional".

Estudios en La Habana

"Mi familia desde los inicios me dio la posibilidad de tomar mis decisiones. Y me dijeron una vez «¿te vas a La Habana?» y dije «sí», «¿estás seguro?» y respondí «sí, mami». Dieron una vuelta y al poco rato me dijeron otra vez «bueno, por fin, ¿qué vas a hacer? ¿vas a La Habana?» y dije «sí, voy a La Habana, quiero ser guitarrista». Y no me preguntaron más.

"En La Habana tuve buenos maestros: Aldo Rodríguez, Marta Cuervo, Rafael Quesel... y Víctor Peregrini, que fue mi todo, fue mi maestro, pero además fue mi padre allá. Fue la persona que me guió, que me acogió, y que me ayudó no solo en la música y en el arte, sino en la vida personal. Me acogió también en su casa; a veces iba a su casa, veíamos fútbol, tomábamos mate y sopa; y eso me ayudó también a salir un poco de esa lejanía, a muchos kilómetros de distancia de mi familia, y tener a una persona que te acogiera como a un familiar.

"En la capital me fue bien. Tuve un primer año fuerte, un segundo año bueno, un tercer año un poco relajado —cuando uno se cree que va aprendiendo—, y un cuarto año duro, donde ya dije «hay que apretarse el cinturón que hay que graduarse, quedar bien con la familia, con uno, con los amigos». Y me gradué. Pero después venía la pregunta «¿qué hago?» «¿sigo el instituto superior o regreso a trabajar?», porque era de una familia humilde y tenía algunos problemas que resolver. Y dije «voy a trabajar, voy a ayudar a mis padres, y al final voy a hacer la licenciatura. No la voy a hacer regular, la voy a hacer como trabajador». Y entonces vine (para Santa Clara). Mi ubicación, por suerte para mí, fue en la misma escuela donde estudié, en la EVA, donde fui colega de trabajo de los que fueron maestros míos. Tuve una etapa preciosa con mis exprofesores. Y comencé ese mismo año, 87, la licenciatura por curso dirigido".

Escuché un disco de jazz y se me metió en la sangre, un veneno mortal. Y entonces comencé a dar los primeros pasos, a estudiar a aquellos jazzistas, sobre todo guitarristas —Roberto Fortún

Encuentro con el jazz

"En mi tercer año de la ENA (Escuela Nacional de Arte), años 85-86, escuché un disco de jazz y se me metió en la sangre, un veneno mortal. Y entonces comencé a dar los primeros pasos, a estudiar a aquellos jazzistas, sobre todo guitarristas, y a oír de todo: pianistas, saxofonistas. Comencé estudiar aquella música que casi me trae problemas, porque había una historia —que por suerte desapareció, y que creo que debió haber sido así siempre— que no se podía mezclar música popular con música clásica. Una historia que fue desgarrante para muchos músicos, que perdieron incluso la escuela porque tocaban esa música. A mí casi me trajo problema, suerte que lo puse subsanar; me gradué como músico clásico y, al mismo tiempo, ya estaba dando los primeros pasos en el estudio del jazz como música popular".

Primeros grupos

"Estando en la ENA hice mi primer paso de agrupar músicos. Y quise hacer un supertrío cubano —parecido al que tenían en aquel tiempo Paco de Lucía, John McLaughin y Al Dimeola— y reuní a dos amigos: Fernando Mariño, mexicano, y Jesús Osmel López. Y le pusimos también Supertrío. Yo me identificaba como Paco de Fortún, el otro Al Mariña, y el tercero Al McLópez. Yo me ocupaba de hacer las transcripciones; eran mis primeros pasos como arreglista. Y nos fue muy bien.

"Mi segundo intento de hacer un grupo fue en la escuela de arte. Se llamó Incógnita. Me encontré con un amigo que se llama Ahmed Torrecilla, excelente saxofonista. Vi que teníamos facilidades: partituras, espacio, casetes, cintas... Teníamos tiempo y juventud, que es lo más importante, e inquietudes. Y entonces me di a la tarea de reunir personas para hacer un grupo: Ahmed Torrecilla en el saxofón, en el bajo Arjenis, en la percusión Ariel, en fin, hicimos un grupo de alumnos y profesores. Y llegamos a ir a La Habana, a un programa de la televisión que se llamaba El arte y los jóvenes".

De aquí para allá y viceversa

"Llegué a Santa Clara a hacer mi servicio social, y una de las personas que me ayudó mucho fue Freyda Anido. Vine marcado por la escuela, los métodos de estudio, tocaba mucho lo clásico, pero yo no iba a dedicarme a la música de concierto, me iba a dedicar a la popular. En aquel momento el grupo de Freyda —que después fue un trío— me acogió como guitarrista. Ellos me ayudaron, porque conocían todo este engranaje de la música popular y yo no.

"Después me vuelvo a ir para La Habana, y allá hice cosas con Rolando Montero El Muso, quien tenía una sonora en aquel momento, un trabajo que a mí me interesó mucho. Después se frustró por otras razones. También hice, en aquel entonces, una agrupación que se llamaba Primera Clase, que me llevó mucho tiempo. Era un grupo vocal-instrumental, pero era un formato tradicional: yo tocaba el tres, había un bajo acústico, percusión menor, guitarra y un cantante que tocaba las percusiones miscelánea. Y hacíamos música tradicional cubana con arreglos fusionados con un poquito de jazz —el «bicho» ese que siempre me acompaña—, pero hacíamos música caribeña, bossa nova, samba, balada, bachata, de todo un poco. También hice cosas con Paulo FG —amigo mío—, con el que trabajé en vivo y hasta grabé un disco en el que toco el tres, porque tuve una etapa como bajista y como tresero".

Clase Primera

"A la propuesta que tengo ahora le puse Clase Primera —un día quise retomar el nombre de Primera Clase y me dijeron que ya existía una agrupación que se llamaba así. Tocamos standards, hay un alto porcentaje de temas míos en el grupo, y tenemos alguna colaboración de Henry Pérez, amigo y excelente músico, y estamos abiertos a compositores jóvenes que estén haciendo buenos trabajos. Los integrantes son Alejandro Yera en el clarinete, Ariel Marrero en la batería, Alfredo Oquendo en el bajo, Anay O'Farril como vocalista, y yo en la guitarra".

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Clase Primera - Dos:

  1. Black out
  2. Interludio
 
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