Cual es la musica alternativa

Por: Roberto Reyes

Un amigo me sugirió hablar acerca del término «música alternativa» y acepto su noble invitación. Comencemos por ese sitio digital que se nutre de miles de expertos en todo el mundo y que se nombra Wikipedia. Según la enciclopedia libre:

''La música alternativa es un término que engloba a todos los tipos de música que se contraponen a los modelos oficiales comúnmente aceptados. Este tipo de música no cuenta con rasgos diferenciadores que la conviertan en un estilo musical único y reconocible, sino que agrupa gran número de géneros musicales que se alejan de la música comercial o industrial y que tienen cada uno sus características propias''. — Música alternativa | Wikipedia

Es loable que Wikipedia, al iniciar su definición, destaque la contraposición que ofrece la música alternativa «a los modelos comúnmente aceptados», porque ése es de sus rasgos más notables. Por ejemplo, la llamada industria del entretenimiento repite hasta el cansancio ciertos patrones que han probado su eficacia en el mercado, pero algunos artistas se atreven a desafiar esas normas y se aventuran por los senderos de la experimentación.

Son los creadores calificados de «extraños» o «raros», porque simplemente buscan nuevos caminos para su obra: unas veces toman la tradición de su pueblo para inyectarle aires contemporáneos, otras beben de corrientes de vanguardia, y, en ocasiones, llevan a sus canciones temas tan controvertidos como la violencia, la marginación, los conflictos armados o los desmanes del poder.

Mientras tanto, las tiendas de discos y videos musicales piden a gritos otros horizontes, digamos que más apacibles, sin complicaciones ni compromisos.

Es evidente que al hablar de música alternativa no nos referimos a un solo género musical, ni siquiera a una tendencia, sino a una obra artística que llega al oyente despojada de burdas concesiones al mercado.

Recordemos que en los 70 un grupo de músicos hizo furor con versiones instrumentales de varios clásicos y el método no podía ser más sencillo: despojar las piezas de sus complejas armonías, resaltar la línea melódica y adornarla con una orquestación atractiva. Fue lo que algunos bautizaron en Europa como «música de aeropuerto», porque se escuchaba mucho en esas instalaciones y pretendía crear una atmósfera apacible, casi adormecedora, que alejara temores.

Lo que a muchos especialistas musicales preocupó por aquel entonces fue la apropiación que hizo la radio de esas piezas y, en vez de programar a The Beatles, Joan Manuel Serrat o Chico Buarque, se saturaba a los oyentes con versiones simplificadas de sus creaciones.

Era tan solo el comienzo de la apoteosis, porque ya hoy se cuentan en millones las personas que prefieren escuchar a Ray Conniff, Paul Mauriat, Fausto Papetti y muchos otros músicos, mientras Chucho Valdés, Jean Luc Ponty o Wynton Marsalis, por poner tres ejemplos, duermen el sueño de los olvidados. Y es que estos últimos, como argumentan algunos, «hacen instrumentales muy complicados».

Lo mismo se afirma de las canciones de cantautores como el español Ismael Serrano, el argentino Raly Barrionuevo o el cubano Santiago Feliú, o de bandas como Combat Noise, Brujería o Sepultura.

Tal parece que una parte de la humanidad ha caído en una etapa de somnolencia artística, que no le permite disfrutar de propuestas con cierto nivel de elaboración, rigor o autenticidad.

Es como preferir un chicle a un suculento bistec. Y no hay dudas de que la música alternativa es protéica, nutre el espíritu como ninguna otra, no importa que sea rock, trova, jazz, rumba o rap.