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Musica alternativa sin razones para el recelo

Música alternativa, sin razones para el recelo

Por: Roberto Reyes (13 de julio de 2011)

"¡Oh divino arte!
El arte, como la sal a los alimentos,
preserva a las naciones"José Martí

La sociedad cubana está cambiando. Añejos prejuicios, dogmas inmovilizadores, métodos obsoletos y temores infundados son sometidos a un inédito escrutinio. Mientras en determinadas zonas del entramado social apenas se evidencian las transformaciones, en otras ya se observan cambios radicales. Esta especie de conmoción —necesaria y revitalizadora— está trayendo beneficios a la música alternativa del archipiélago.

Música alternativa en la radio

Recientemente comenté el inusitado seguimiento que tuvo el concierto que ofreció Pedro Luis Ferrer en La Habana. Después de que, durante años, la obra del trovador fuera excluída de la prensa y los espacios televisivos y radiales, han surgido indicios que parecen mostrar un giro a su favor. Al menos así nos hacen intuir ciertas señales que mencioné en otra oportunidad: un spot en la televisión para promocionar la presentación del artista —esto no sucedía hace años—, una invitación al recital publicada en el diario Juventud Rebelde y hasta un fotorreportaje en CubaDebate.

Pero debemos ser cautelosos con el entusiasmo. El camino que conduce a la plena inserción de la música alternativa en los medios de comunicación cubanos, sobre todo la radio y la televisión, continuará por un tiempo lleno de escollos. Y no es pesimismo, es reconocer que existe una porción de la sociedad que —por diversas razones— teme enfrentarse a las canciones irreverentes, sarcásticas, contestatarias o rebeldes que emergen desde las gargantas de numerosos cantautores y vocalistas.

Hablamos de propuestas artísticas que, con frecuencia, develan verdades ocultas, cuestionan procedimientos, muestran situaciones agobiantes, critican actitudes, en fin, someten a los seres humanos y la sociedad a un colosal desnudo. De ahí que algunas personas sientan aprensión y hasta rechazo al escucharlas. Pero no hay otro camino. O sí, existe otro: el que nos invita al consumo desmedido de la música «comercial» —también llamada música «chatarra»—, que a la larga conduce a la estupidez, la desmemoria, el aletargamiento de los sentidos, la indiferencia y la abulia.

Llegados a este punto, recordemos —y esto puede parecer una perogrullada— que una sociedad cuya esencia es revolucionaria no debe alimentar el espíritu de sus hijos con obras artísticas banales. Sería un despropósito. Sería un absurdo. Sería un suicidio.

Tengamos en cuenta que la banalidad en el arte no suele andar sola, y se asocia a elementos como el egoísmo, el desprecio por los desposeídos, la arrogancia, la discriminación, el poder del dinero, la indolencia ante el dolor ajeno, el lucro, la violencia.

Aboguemos, entonces, porque la música alternativa se apodere de la radio y la televisión cubanas. Abandonemos, de una vez y por todas, las exclusiones, los prejuicios, los temores. Concentremos los gestos de rechazo exclusivamente en las piezas con mensajes insultantes, obscenos o procaces.

En pocas palabras: dejemos que el éter se estremezca con todas las canciones —digo «todas» y no solo ésta o aquella— de Pedro Luis Ferrer, Buena Fe, Carlos Varela, Los Aldeanos, Obsesión, Protesys y tantos otros. Nuestra salud espiritual saldría fortalecida, y por consiguiente el alma de la nación.

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