Tres tazas Rachid Lopez Santiago Feliu y la autocensura
Tres tazas: Rachid López, Santiago Feliú y la autocensura
Por: Roberto Reyes (25 de abril de 2014)
Tres textos de poca extensión y cada uno con un tema diferente, así pudieran describirse las publicaciones que Trastienda musical presenta con el nombre de Tres tazas.
Rachid López madrugador
A finales de los '90 del pasado siglo comencé a trabajar en la emisora Radio Ciudad del Mar, en Cienfuegos. Y, como vivo en Santa Clara, tenía que levantarme diariamente alrededor de las 4 y 30 de la madrugada para poder tomar el único ómnibus que me permitía recorrer los más de 50 kilómetros que me separaban de mi nuevo centro laboral.
Uno de esos días, mientras esperaba el transporte, se sentó a mi lado el guitarrista Rachid López, quien también tenía la intención de viajar a la sureña ciudad.
No recuerdo cómo iniciamos una conversación, pero lo cierto es que le confesé mi admiración por su música y le invité a visitar la emisora, mientras él, con humildad, me decía que le habían invitado a grabar en los Estudios Eusebio Delfín, de Cienfuegos.
A partir de ese momento nos encontramos en el ómnibus en varias ocasiones, y fui conociendo de su alegría por la aceptación que estaba teniendo su trabajo. Cada vez le veía más satisfecho y más soñador; así pude conocer de primera mano los proyectos que por aquel entonces le desvelaban.
Hoy Rachid López es un instrumentista cuyo virtuosismo ha sido reconocido y disfrutado por melómanos de casi todos los puntos cardinales del planeta. Y cada vez que me saluda, al cruzarnos en una calle santaclareña, no puedo evitar recordar cómo a finales del pasado siglo cada uno de nosotros desafiaba las madrugadas para conquistar los sueños.
Santiago Feliú en El Mejunje
Tres tazas, tres textos de poca extensión y cada uno con un tema diferente.
En la edición de 2009 del Festival Longina, evento trovadoresco que siempre se realiza durante los primeros días de enero en la ciudad de Santa Clara, tuve la oportunidad de disfrutar por única vez en vivo de Santiago Feliú acompañado de Yusa y Élmer Ferrer.
Aunque el concierto en el Centro Cultural El Mejunje se promocionaba como una presentación del autor de Para Bárbara, quienes conocíamos la obra de los músicos acompañantes sabíamos que se trataba de una extraordinaria conjunción de virtuosos. Y así fue.
Con la energía desbordante que le caracterizaba, Santiago Feliú recorrió gran parte de su discografía mientras el público coreaba las canciones. Sin embargo, curiosamente no era solo el cantautor quien arrancaba aplausos al interpretar sus piezas, sino también Yusa y Élmer Ferrer al demostrar cómo dominaban de modo extraordinario sus instrumentos.
Fue una noche con una magia especial. El patio de la institución vibró con la música y las aclamaciones de cientos de personas. Y, aunque han pasado poco más de cinco años, el concierto sigue recordándose como de los más electrizantes que se han realizado en El Mejunje.
Autocensura
La autocensura no se manifiesta de manera espontánea. Su surgimiento, por lo general, está condicionado por la existencia previa de la censura, que al desaparecer —de modo real o en apariencia— deja en el espíritu un persistente sentimiento de miedo.
Y esa mezcla de recelo y sobresalto se percibe hoy en muchos directores de programas de radio, que no se atreven a transmitir ciertas canciones a pesar de saber que pueden hacerlo.
Tal vez el ejemplo más «ilustre» sea el álbum Como los peces, del trovador Carlos Varela. Aunque el fonograma está casi íntegro en las emisoras del centro del país y a disposición de quien desee sacar al aire una de sus piezas, rara vez alguien se atreve a programar canciones como Foto de familia, El leñador sin bosque y la que le da nombre al disco.
Cuando preguntas la razón de tanta «indiferencia», incluso en personas que defienden a ultranza a Varela, la respuesta más simple es: "No me atrevo". Es el fantasma de la autocensura.