Trastienda musical destruye un maleficio y esta como nunca Audio
Trastienda musical destruye un maleficio y está como nunca (+ Audio)
Por: Roberto Reyes (1ro. de octubre de 2015)
Para Guillermo,
por la Vida
Trastienda musical destruye un maleficio y está como nunca.
El sitio ha estado inactivo durante varias semanas. De improviso una grave enfermedad deterioró mi salud, me hizo abandonar la computadora y mi labor en la radio, y me convirtió en asiduo visitante de hospitales.
Los pronósticos no eran nada halagüeños. Tanto es así que parecía que en pocos meses se iba a romper ese hilo delicado que me (nos) une a la vida.
Pero existen resortes invisibles que mueven nuestra alma, la condicionan, la manipulan, la protegen. Sobre todo cuando se nace en un pueblo como Palmira, situado en el centro-sur de la isla de Cuba.
Y ser palmireño es para mí una bendición. Porque el parque, los rincones, los árboles, los ríos y hasta las piedras del sitio en el que nací me resultan entrañables. Además, en ese punto casi invisible del mapa reposan los restos de mis padres y vive mi hermana con su prole…
Por otra parte, amo ese pequeño núcleo urbano por sus tradiciones y costumbres. Y me enorgullece que Palmira sea considerada una especie de meca de las religiones que rinden culto a las deidades de origen africano.
Sin embargo, a pesar de la devoción y veneración que muestra la mayoría de los palmireños, y una legión de cubanos, hacia los orishas, confieso que los dioses de las religiones afrocubanas hasta hace pocos días solo eran para mí los protagonistas de ciertas danzas, espectáculos o álbumes como los grabados por la agrupación Síntesis.
Pero los ecos de mi enfermedad llegaron hasta mi tierra. La alarma activó a personalidades cuyo prestigio en el campo de la religión rebasa las fronteras cubanas. Y por vez primera decidí prestar atención al reclamo de quienes deseaban auxiliarme a través de los poderes que poseen sus dioses.
Fue así que un extraordinario ser de luz me acogió como a un hijo, me cubrió con su manto y me aseguró que el desenlace no iba a ser fatal. Conocí, entonces, asombrosas revelaciones.
Descubrí de modo fehaciente que cierta alimaña había urdido un maleficio contra mí. Sus propósitos eran realmente macabros. Intentaba convertirme literalmente en polvo.
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Y mientras los galenos no comprendían qué estaba sucediendo con la enfermedad —que debía ser voraz y, sin embargo, poco a poco retrocedía—, yo iba del estupor a la certeza. Se me hacía añicos la concepción que tenía del mundo.
De suerte que aquí estoy de regreso. Por ahora la despedida definitiva se aplaza. Y no es casual que me una a la banda Tendencia para decir que «estoy como nunca».