Ray Ruper y Bladimir en concierto
Ray, Ruper y Bladimir en concierto
Por: Roberto Reyes (19 de octubre de 2010)
Es noche de domingo. El parque central de la ciudad de Santa Clara, en el centro de Cuba, está abarrotado. Personas de todas las edades, sobre todo jóvenes, desafían el aburrimiento con sonrisas, bromas, paseos sin rumbo fijo. Y aunque, con ligeras variaciones, la escena se repite todos los días de la semana, es en la noche dominical cuando llega al clímax. Por eso bordeo el parque, esquivo el tumulto, y continúo mi camino.
Llego a El Mejunje media hora antes del concierto. En el recién estrenado Café tan solo hay una docena de personas. Saludo a varios amigos. Conversamos de lo humano que estremece y lo divino que añoramos. Así pasa el tiempo sin darnos cuenta, hasta que escuchamos que una voz nos invita a pasar al teatro.
Justo a las 10 de la noche se encienden las luces del escenario. De pie, en el centro, está Ray Fernández con su guitarra. Sentado a la izquierda del cantor, el poeta y periodista Bladimir Zamora tiene cruzadas las manos sobre el abdomen y sonríe. A pocos metros de éste, parado junto a los 3 músicos acompañantes, el trovador vasco Ruper Ordorika observa el entorno. Suenan los primeros acordes de la pieza El gerente, y poco más de medio centenar de espectadores les damos la bienvenida a los artistas con un aplauso cerrado.
Ray no es de los cantores que se transfigura para aparecer en el escenario. Sin poses ni afectaciones se dirige al auditorio, cuenta el origen de algunas canciones, habla de su nacimiento en un pueblito cercano a estas tierras del centro de la isla y, sobre todo, explora nuestra sociedad con su canto. Son historias habitadas por arribistas y profetas del desencanto, por hambre proteínica y extrañas utopías, absurdos cotidianos y torpezas. Sin embargo, de un modo opuesto al de otros cantores cubanos que auscultan la realidad, Ray Fernández canta sin amargura. Su arma es una mezcla de picardía criolla, son, trova y guaracha.
A diferencia de Ray Fernández, el trovador vasco Ruper Ordorika es apacible. Su alarido de inconformidad deja a un lado el ritmo y se concentra en las palabras, como cuando afirma que sus canciones están hechas "para ahuyentar malas ideas como el progreso". Y aunque se dirige al auditorio en español, prefiere cantar en euskera. Es su modo de mostrarse auténtico y rebelde.
Bladimir Zamora, por su parte, observa tranquilo, sonríe, bebe de un vaso, aplaude, revisa unos papeles. Deja que ambos cantores se alternen varias veces sobre el escenario. Cuando llega su turno, como para disculparse, afirma que ha "sido diseñado para esperar". Sabemos, entonces, que ha llegado el momento de escuchar al poeta. A veces se muestra irreverente, otras nostálgico, pero siempre fiel a sus orígenes y convicciones. Incluso nos sorprende con poemas de sus colegas vascos.
Al final, el trío se junta para interpretar una canción que aparece en el álbum Viento de Cuaresma, que acaba de publicar Ruper Ordorika. Se trata de un fonograma en el que el cantautor "rememora los sueños de siempre". No podía pedirse más para cerrar el concierto: Ray canta en euskera, Bladimir traduce el texto de la pieza, Ruper se deja llevar por la emoción y el público delira.
Salgo de El Mejunje con el espíritu rebosante de buena música. Faltan diez minutos para la medianoche. El parque central de la ciudad de Santa Clara continúa abarrotado. Personas de todas las edades siguen intentando desafiar el aburrimiento.
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Ray Fernández - En vivo:
- Blues a Baquero
- Condená
- Diviérteme
- El gerente
- El librero
- El son de José
- Ella y yo
- Lucha tu yuca
- Matarife
- Timbalaye