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Por todo espacio por este tiempo un libro que inquieta

'Por todo espacio, por este tiempo', un libro que inquieta

Por: Roberto Reyes (2 de junio de 2015)

Alejandro Ramírez Anderson y Mónica Rivero

Alejandro Ramírez Anderson y Mónica Rivero, autores del libro 'Por todo espacio, por este tiempo - con Silvio Rodríguez en barrios de La Habana'. Foto: Roberto Garaicoa

Me dejan una extraña mezcla de ira e impotencia los textos escritos por Mónica Rivero y las imágenes del cineasta y fotógrafo Alejandro Ramírez Anderson reunidos en el libro Por todo espacio, por este tiempo. Y me provocan semejantes emociones porque son auténticos, redondos.

El volumen es un enjundioso y descarnado viaje junto a Silvio Rodríguez durante los primeros 44 conciertos que ofreció en barrios periféricos habaneros, aunque se reseñan otras presentaciones más allá de las fronteras capitalinas.

Algunas de las fotografías y no pocos de los textos que he encontrado en el libro ya los había leído en el sitio web Cubadebate o en Segunda Cita, el blog personal de Silvio Rodríguez.

Pero nada se compara con la contundencia que emana de esos testimonios cuando se les encuentra reunidos en un volumen. Es entonces cuando al voltear una página, y otra, y otra, y otra… se siente en el alma una bofetada. Porque una Cuba «periférica» y maltrecha se abalanza sobre el lector.

No obstante, a pesar del sabor agridulce que dejan los textos y las imágenes del libro, Mónica Rivero y Alejandro Ramírez Anderson han hecho una labor hermosa. Ambos han logrado convertir los conciertos de Silvio Rodríguez en telones de fondo de historias humanísimas: unas veces estremecedoras, otras tiernas y en ocasiones cargadas de denuncias.

A pesar del sabor agridulce que dejan los textos y las imágenes del libro, Mónica Rivero y Alejandro Ramírez Anderson han hecho una labor hermosa. Ambos han logrado convertir los conciertos de Silvio Rodríguez en telones de fondo de historias
humanísimas

Tanto es así que el prólogo escrito por el filósofo y ensayista cubano Fernando Martínez Heredia de ningún modo hubiera podido funcionar como epílogo del volumen. Porque a ratos el intelectual sostiene ideas que son hechas añicos por el verbo riguroso de la periodista y el lente conmovedor del fotógrafo.

Incluso en ocasiones el intelectual se desdice, y si en un momento afirma que los autores del libro le dan voz "a las mujeres y los hombres, los niños y ancianos cubanos que nos miran o discurren por el medio tan adverso en que viven sus vidas", más adelante parece rectificar cuando sostiene que "la Gira por los barrios es un formidable testimonio de lo mejor que hemos construido entre todos: darse y recibir, sin que medie ningún interés material".

Mas no es esa paradisíaca realidad de "darse y recibir, sin que medie ningún interés material" la que descubrimos en Por todo espacio, por este tiempo. Porque si bien los vecinos de los barrios visitados acompañaban a Silvio al cantar, no faltaban comentarios como el de una señora llamada Vivian, de la comunidad Pilar-Atarés, quien apuntó: "Traer un poquito de alegría debería hacerse más, para que la gente esté contenta aunque sea un ratico. Primera vez en años que se hace una actividad de ese tipo ahí".

Criterios como el anterior —publicados en Cuentan…, uno de los capítulos del libro— no son precisamente "un formidable testimonio de lo mejor que hemos construido entre todos". Mas bien son todo lo contrario. Son la antítesis de lo que debimos haber construido.

Por otra parte, en el texto introductorio descubrimos un hecho curioso: Martínez Heredia dedica cuatro de los doce párrafos a dejar clara la filiación política del trovador. Es así que nos explica que "el mayor aporte de Silvio es que siempre es revolucionario". Más adelante agrega que el cantor "ha puesto en práctica esta iniciativa de hacer conciertos en barrios muy pobres desde una clara posición revolucionaria". Y además sentencia que "es uno de los pensadores fundamentales de la Revolución cubana".

Tanta insistencia no es gratuita. Lamentablemente en el contexto cubano todavía es necesario justificar con el apelativo de revolucionaria cualquier crítica y hasta cualquier gesto hermoso, altruista o solidario. De lo contrario surge la sospecha. Y Martínez Heredia parece que lo intuye e intenta liberar al cantautor de cualquier culpa.

Es evidente que debemos seguir soñando con el tiempo en el que no sea necesario agregar apostillas a los nombres y que valoremos a los seres humanos solo por sus acciones. No importa si es cristiano, ateo, comunista, homosexual y hasta ciberpunk.

El hecho incuestionable es que ya el volumen Por todo espacio, por este tiempo está en las manos de miles de lectores. Y será cada uno de ellos quien hará su propia interpretación de los textos e imágenes que atesora. Del mismo modo que cada uno, al terminar la lectura, será libre de asumir la postura que desee, desde la indiferencia hasta la más profunda emoción.

En mi caso, me limito a recordar lo que afirmé en la primera línea de este texto: me embarga una extraña mezcla de ira e impotencia después de llegar a la última página del libro. Porque hay sombras que Cuba no merece.

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