Tres tazas el sonido estereo A guitarra limpia y Ciudad Metal 2013
Tres tazas: el sonido estereo, A guitarra limpia y Ciudad Metal 2013
Por: Roberto Reyes (28 de noviembre de 2013)
Fachada del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. Foto: Tomada de internet
Como es habitual, las Tres tazas presentan textos breves y enjundiosos. La primera se acerca, de cierto modo, a la polémica en torno al cierre de los cines 3D.
La segunda es un brindis por los 15 años de A guitarra limpia, el espacio creado por el capitalino Centro Pablo para ofrecer conciertos de trovadores de todos los tiempos.
Y la tercera devela los temores que nos provocó la reciente edición del festival Ciudad Metal, y que, afortunadamente, fueron infundados.
El sonido estereo
Recuerdo cómo en mi juventud —que es como decir en el Pleistoceno— mi generación «descubrió» el sonido estereofónico. Éramos capaces de caminar varios kilómetros, y hasta viajar a otra provincia, para visitar a un amigo que había logrado armar un equipo estereo. Y, una vez en su casa, nos dejábamos embriagar por la música en la que no podían faltar las grabaciones de Queen, Pink Floyd o Michael Jackson.
No podían faltar, reitero, porque las grabaciones de esas entidades artísticas —amén de la calidad de sus obras— mostraban un trabajo meticuloso en la distribución espacial de los sonidos, hasta el punto que se convertía en un acto alucinante situarse frente a los altavoces derecho e izquierdo.
Era una especie de 3D sonoro. Se trataba de la magia de la estereofonía. Y los jóvenes de entonces creamos nuestras salitas de escucha con equipos rudimentarios: bafles forrados de telas viejas, paredes revestidas con cajas de huevos o cualquier otro material absorbente del sonido; un tocadiscos o un receptor de radio de FM; y los más afortunados con grabadoras de cinta.
Ciertamente, hubo deslumbramiento. Sin embargo, las grabaciones estereofónicas no hicieron que quienes gustaban de escuchar a Camilo Sesto comenzaran a interesarse por Led Zeppelin, y viceversa. Porque la tecnología —ya sea el Dolby surround o el cine 3D— no es culpable de las preferencias artísticas. Las causas hay que buscarlas en otra dirección.
A guitarra limpia
Me place caminar por La Habana Vieja. Me gusta deambular por sus calles. Por eso cuando la visito no acostumbro a establecer un itinerario, sino que me dejo llevar por mis impulsos: entro a cualquier establecimiento, curioseo, continúo andando, me detengo.
No obstante, hace unos cuatro años, poco antes de pasar por esa zona de la capital, anoté en mi agenda una dirección: Calle Muralla No. 63. En ese sitio se encuentra el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.
Al llegar a la institución, hablé con quien se encontraba en la puerta y gentilmente me dejó entrar.
Visitar el patio del Centro Pablo me permitió auscultar sus paredes, respirar el aroma de sus yagrumas, percibir las vibraciones que han dejado en su atmósfera los trovadores que allí se han presentado.
Abandoné el local satisfecho. Fue como si hubiera disfrutado al mismo tiempo de todos los conciertos A guitarra limpia que se habían realizado hasta ese momento. Fue como si me hubiera acercado a María Santucho y Víctor Casaus para agradecerles todo lo que han hecho —y continúan haciendo— para sostener la trova y darle abrigo.
Ciudad Metal 2013
El día que se iba a ofrecer el primer concierto del recién finalizado festival Ciudad Metal pasé varias veces por el parque de Santa Clara. La situación que vi me preocupó: solo dos o tres jóvenes mostraban los atuendos de roqueros.
Hasta el año pasado, desde la primera jornada del evento, todo el centro de la urbe era tomado por asalto por los seguidores del rock. Llenaban los asientos del parque, el césped, las aceras de algunos locales, los merenderos; y la ciudad los acogía. Pero el miércoles 20 de noviembre era otro el panorama y presentí lo peor.
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Llegué a pensar que era el principio del fin de uno de los eventos más emblemáticos de Santa Clara. Y casi confirmé mi sospecha al asistir al concierto de esa noche: había muy poco público, tal vez la mitad del que acostumbra a asistir al festival.
Sin embargo, el segundo día del evento ya la fisonomía de la ciudad había cambiado de modo ostensible. Había más roqueros en el parque central y el concierto de esa jornada estuvo más nutrido.
Durante los dos últimos días se borraron totalmente mis temores. El público seguidor del rock, como es habitual cada año, tomó por asalto Santa Clara y durante la noche colmó los alrededores de la plataforma central del Estadio Augusto César Sandino.
No hay duda de que vivimos tiempos duros. No obstante, en la reciente edición del Ciudad Metal, quienes defienden el rock demostraron que las dificultades pueden hacerlos llegar a la cita con algún retraso, pero no pueden hacerles claudicar.