El Diablo Ilustrado entre el misterio y la trova
El Diablo Ilustrado, entre el misterio y la trova
Por: Roberto Reyes (24 de agosto de 2011)
"Hay locuras que son poesía,
hay locuras de un raro lugar.
Hay locuras sin nombre,
sin fecha, sin cura,
que no vale la pena curar."Silvio Rodríguez
A finales de la década de los 90 apareció en la revista cubana Somos Jóvenes una criatura que se hacía llamar El Diablo Ilustrado. Desde que escribió el primer artículo, los lectores nos dimos cuenta de que no era un ser de este mundo. En sus textos —mejor sería decir en sus «diabluras»— mezclaba la trova y la poesía con una impenitente «fe en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud».
Por fortuna, su espíritu noble y travieso cautivó a ciertos editores, quienes decidieron imprimir un libro con los primeros artículos publicados. El volumen permaneció escasas horas en las librerías del archipiélago y se convirtió en un best-seller. Fue una prueba irrefutable de que los seres humanos necesitamos la belleza.
Pero el «diablillo» continuó escribiendo como si tal cosa. Era evidente que en su planeta no conocían la fama ni la vanidad. Y pasó el tiempo, y se acumularon nuevas «diabluras», y fue inevitable que se editara otro libro. Una vez más todos los ejemplares se vendieron.
A estas alturas de la historia el misterio acerca de la criatura se había convertido en una especie de mito. Si bien todos coincidían en afirmar que no era de este mundo, cada persona le atribuía una apariencia diferente: unos aseveraban que se paseaba entre los humanos disfrazado de joven rebelde, otros que se ocultaba en el cuerpo de una chica poetisa, y no faltaron los que alegaban que tenía el aspecto de un veterano hippie de los 60.
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Sin embargo, hoy la mayoría tiene la certeza de que es un juglar. No solo porque las citas de piezas trovadorescas son recurrentes en sus textos, sino porque de un tiempo a esta parte el «diablillo» encabeza los artículos con las letras de sus propias canciones.
Y como este extraño ser tiene el poder de la seducción, cuando menos lo esperábamos un puñado de cantores comenzó a interpretar sus piezas en varios conciertos. Más tarde llegaron a la televisión, se identificaron como representantes del «diablillo» y también cantaron sus canciones. Por si fuera poco, una casa discográfica los invitó a grabar un álbum que salió al mercado con el nombre de La voz del Diablo.
No obstante, he mencionado hechos de poca importancia si los comparamos con el más reciente protagonizado por la traviesa criatura: la creación de una pequeña gruta en internet con el «avieso» propósito de dar a conocer al mundo su impenitente «fe en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud».
De modo que te prevengo: evita pasar por el blog de El Diablo Ilustrado, si no deseas correr el riesgo de que un ser misterioso —con alma de trovador— te seduzca hasta el punto de incorporarte a la tropa de nobles soñadores que habita el planeta.